Tatiana Santo Domingo y su amiga Dana Alikhani, crearon en 2011 una marca de ropa de nombre rarísimo, Muzungu Sisters. "Muzungu" se utiliza en el este de África para referirse a personas de ascendencia europea y raza blanca, aunque Santo Domingo es colombiana y Alikhani chipriota de origen iraní. Podría haber sido el típico proyecto de chicas bien, expertas en nada y que suele durar dos telediarios. Pero resulta que la firma sigue ahí, funciona y mantienen el propósito de trabajar con artesanos de todo el mundo. Tatiana Santo Domingo, a pesar de la fortuna de su familia paterna, es la menos monegasca de los Grimaldi. En las grandes fiestas del Principado, pasa de la alta costura publicitada por Carlota y Carolina y luce esos modelos originales y sencillos de su propia firma, los que han presentado esta semana en Madrid, con un nivel más alto de diseño y tejidos que en sus inicios, sin perder el colorido y la viveza de sus orígenes. La nuera de Carolina de Mónaco y su socia dieron a conocer sus modelos en Philippa 1970, la tienda de Jorge Vázquez y Sassa de Osma en el centro de Madrid. Todo queda en familia. Sassa, colombiana como Tatiana, esposa de Andrea Casiraghi, está casada con un Hannover hermano de Alejandra, hija menor de la princesa de Mónaco.
Moda también la que llevó a lo más alto Carolina Herrera de la mano de su marido. "Si no tuviera a Reinaldo no estaría donde estoy. Él siempre me dio fuerzas y me aconsejó", confesaba Carolina en Telva. Reinaldo la ha dejado sola esta misma semana. En España quizá hemos conocido poco a este aristócrata venezolano, eclipsado por la fuerza de las siglas de la firma de su esposa y por la fantástica elegancia y personalidad de Carolina. Editor de Vanity Fair y columnista de Town & Country, la pareja reinó durante décadas como ejemplo de refinamiento y elegancia, pero sus orígenes latinos añadían calidez y sentido del humor. Divertido, ingenioso y sutil, Reinaldo contaba en privado anécdotas impublicables de la alta sociedad neoyorquina. Durante años, asistimos en Nueva York de la mano de Enrique Puig a los desfiles de Carolina y el matrimonio nos invitaba a su casa del Upper East Side, decorada con un gusto exquisito. El retrato de Carolina que le hizo Andy Warhol y el del abuelo de Reinaldo firmado por Dalí eran sólo algunas de las muchas obras de arte que colgaban de las paredes de sus salones.
En la presentación de Jaime Ostos, sin filtros, el libro de memorias del torero recogidas por su esposa María Ángeles Grajal, no hubo sobresaltos. La doctora Grajal había pedido una orden de alejamiento para que Jaime, el primogénito de Ostos, no volviera a intentar a agredirla a ella y a su hijo Jacobo como hizo en una cena de mujeres taurinas hace pocas semanas. Así que la velada fue tranquila, literaria y entretenida. Grajal asegura que el libro no ha sentado mal en la Casa Real, aunque se cuenta que Ostos y el entonces Príncipe Juan Carlos pasaron una noche en Zaragoza con dos vedettes de revistas, los cuatro, en la misma habitación y cama compartida. "He hablado con el secretario de la Infanta y está muy contento con el libro".
El restaurante más antiguo de Europa está en Madrid, según el Libro Guinness de los Récords y es Casa Botín, con 300 años de historia y toda una institución en el mundo de la gastronomía. Más de 650 personas disfrutan de sus comedores cada día. Antonio y José González, sus dueños actuales, lo celebraron abriendo por primera vez el álbum de fotos con algunos de los grandes personajes que han degustado sus célebres platos de cordero y cochinillo, cocinados en horno de leña. Desde Quevedo a Rafael Alberti, Sinatra y Ava Gardner,Hemingway, que habla de Botín en alguno de sus libros, o Jackie Kennedy, ya viuda, que posó con la tuna. Cuenta la leyenda que Goya tuvo que fregar platos en Botín antes de ser nombrado pintor de la Corte. Antonio González desveló que su abuela, Amparo Martín, salvó la vida y el restaurante cuando los milicianos fueron a darles el paseíllo para fusilarles en la Casa de Campo. "Eran muy pobres, apenas sin recursos en aquel Madrid sitiado en plena guerra. Ella les dijo: 'Muertos no daremos de comer a nadie, vivos podéis seguir comiendo, como hasta ahora, de lo que haya'". Parece que le hicieron caso y así sigue vivo uno de los símbolos de la capital de España.